Pequeñita

Me siento pequeñita.

E insegura.

Me noto tan frágil que a veces siento como si fuera una gran pantalla de cristal que con un simple golpecito, se resquebraja en miles y miles de cristales chiquititos que se deslizan silenciosamente por mis ojos, recorren el surco de mis ojos, resbalan por mi nariz y mis mejillas y finalmente se deshacen en mi boca.

Es entonces cuando me doy cuenta de que mis ojos lloran, y mi corazón también. Lloran y lloran...y lloran. Incluso a veces sin saber muy bien por qué.

Lloran hasta que impotentes, no les quedan más lágrimas que derramar.

Pero la angustia persiste y la tristeza se empeña en arrebatarme hasta el último atisbo de felicidad que me queda.

Yo me aferro a las cosas buenas, a los buenos momentos, a la música, pienso en la gente que de verdad me quiere, que me apoya, que me anima, que me echa de menos, que me llama para saber cómo estoy, que no le hace falta preguntar para saber si estoy bien o mal, que sólo con una mirada viene, me da un fuerte abrazo y me dice "Tranquila, todo va a salir bien" o "Estoy aquí", y no se dedica a hacerme mal restregándome cosas y dándome donde más me duele para ser mejor.

Sé que paso por una mala racha y que todo va a ir a mejor.

Sé que debo poner más de mi parte y decir "hasta aquí hemos llegado".

Sé que tengo que plantarme y replantearme a quién de verdad le importo y dedicarle a esas personas todo el tiempo posible.

... y también sé que ya no voy a malgastar más mi tiempo en personas que no me demuestren que de verdad valen la pena y que, aunque no se den cuenta, me hacen mal.

Ya no voy a permitirles el lujo de que lo que me digan o hagan me afecte tanto.

Ya no voy a pasar muchas cosas que por ser buena, he soportado.

Esto es como dicen en algunos sitios, el principio del fin.

"Carpe Diem. Aprovechad el momento chicos. Haced que vuestra vida sea extraordinaria."

Robin Williams.

El club de los poetas muertos.